7. RESPONSABILIDAD

INTRODUCCIÓN

Un aspecto importante de la ley bíblica es su doctrina de la responsabilidad. En una ley que se consideró previamente (Éxodo 21:28-32), se estableció que los animales son responsables de sus acciones, y que el buey que corneaba a una persona era sentenciado a muerte. A los animales claramente se les considera responsables. Pero la responsabilidad también descansa en el dueño del buey; si la conducta previa del buey indicaba que era un animal peligroso, y el dueño «no lo hubiere guardado», el dueño también es responsable. La responsabilidad no es, pues, una calle de un solo sentido.
Tanto el dueño como el animal tienen una responsabilidad. Siendo este un caso de derecho consuetudinario, la referencia es al buey, y aun más, como San Pablo muy bien dice respecto a ponerle bozal al buey que trilla (Dt 25: 4; 1ª Co 9:9; 1ª Ti 5: 18).

AQUÍ SE PUEDEN HACER CIERTAS OBSERVACIONES.

Primero, un padre es responsable si nada hace para contener, castigar o llevar a juicio a un hijo irresponsable o delincuente.
Si un hombre es responsable por las acciones de un buey, claro que es responsable de las acciones de un hijo delincuente, si «no lo hubiere guardado», si no ha hecho ningún esfuerzo por impedir que el hijo desarrolle su delincuencia.
Segundo, la responsabilidad del padre no absuelve de responsabilidad al hijo.
El buey que cornea siempre es culpable; el dueño solamente es culpable si se puede demostrar su negligencia. La responsabilidad previa siempre es de la parte que actúa. El dueño o padre puede ser un accesorio al crimen solo si ha sido deficiente en su responsabilidad.
Tercero, la transgresión más allá de cierto punto ponía fin a la responsabilidad.
En la ley del hijo delincuente (Dt 21: 18-21), la responsabilidad de los padres de sustentar y proteger a su hijo terminaba con la delincuencia de este. Su deber y su responsabilidad moral entonces era la de denunciar y separarse de su hijo.
Como se anotó previamente, la responsabilidad no es una calle de un solo sentido. La responsabilidad de los padres por un hijo termina cuando este rehúsa someterse a la autoridad y disciplina santas de los padres.

LO MISMO SE PRODUCE CON LA RESPONSABILIDAD DE LOS HIJOS HACIA LOS PADRES.

De nuevo, tampoco esto es una vía de un solo sentido. He aquí algunas ilustraciones sobre este problema: Una hija asumió la responsabilidad de su padre enfermo cuando los hermanos rechazaron ese deber. Como creyente comprometida, se sentía obligada a cuidar a su padre, quién permaneció en su casa como inválido hasta su muerte.
Durante más de diez años, el padre estuvo confinado en cama la mayor parte del tiempo. Debido a que se interesaba solamente en los hijos y nietos que llevarían su apellido, trataba a su hija y a su familia como a inferiores, o en el mejor de los casos como criados, sin expresar nunca una palabra de gratitud.
Hizo su testamento a favor de sus hijos y nietos, aunque ambos hijos eran prósperos. Les daba regalos extravagantes, pero jamás un regalo ni un agradecimiento a su hija y a su familia. Claramente, la interpretación que la hija hacía de la ley era defectuosa.
Así como a un hijo impío se le debe expulsar y entregarlo a juicio, el padre impío (porque su conducta lo revelaba como tal), no debía tener lugar en la casa de ella, puesto que había negado claramente toda responsabilidad hacia ese hogar.
Otra ilustración: una madre, militante de la ideología liberal posmodernista en religión, se fue a vivir con su hija y yerno, ambos creyentes y ortodoxos. La madre miraba con desprecio a la familia de la fe, la iglesia y adoración de la familia, y la denigraba ante sus nietos y a diario ridiculizaba a su hija por su fe «ignorante y reaccionaria». Al haber negado abiertamente la autoridad de su yerno y la fe de la familia, había abdicado todo derecho a su cuidado y protección.
El sufrimiento paciente de la familia no era santo. Debido a que la responsabilidad es una calle de dos sentidos, la madre tenía la obligación de respetar la fe de la familia, la autoridad de su yerno y la devoción de su hija.
Se pueden añadir otras ilustraciones: unos padres esperaban que su hija se quedara sin casarse y los cuidara. Como no tenían amigos debido a su mal carácter, exigían que ella los incluyera en todas sus actividades sociales. El resultado fue que la muchacha perdió a todas sus amigas debido a sus padres. De principio a fin, la relación estaba fuera de la ley, y el sentido de responsabilidad de la hija estaba errado.
Otro caso: una madre se sentía obligada a usar sus escasos fondos para ayudar a su hijo único, un hombre malagradecido con buen sueldo pero muy mal sentido de responsabilidad. La madre se limitó severamente para proveerle a él los lujos que exigía como necesarios para mantener una falsa posición social. De nuevo, la relación estaba fuera de la ley de reciprocidad y había que romperla.
Una columna de Ann Landers publicó la carta de una muchacha que informaba de un problema de familia. Un hermano de 20 años paralizado en una silla de ruedas, furioso contra la vida por su enfermedad, trataba a sus padres y hermanas con desprecio y cólera. La familia, bien afligida, danzaba a sus caprichos. Nadie, ni enfermo ni sano, tiene derecho a comportarse así sin recibir castigo. Muchos paralizados han aprendido a realizar trabajos útiles. Este joven no tenía derecho a comer un alimento que no merecía y que ni siquiera agradecía.
Así, podemos decir que la transgresión más allá de un cierto punto no solo terminaba la responsabilidad, sino que cuarto, si se mantiene la responsabilidad más allá de cierto punto, se vuelve robo. Tolerar o protege a un delincuente juvenil o a un padre inicuo se vuelve una afrenta a la fe y autoridad de la familia y roba a los demás miembros de la familia.
El honor y servicio incondicional se deben solo a Dios, y no al hombre. La amonestación de San Pablo es «Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra» (Ro 13: 7). Ninguna relación de hombre a hombre se puede hacer absoluta. No tenemos ningún vínculo absoluto que nos ligue incondicionalmente a ningún hombre, ni para obedecerlo ni para amarlo.
El matrimonio se disuelve por ciertas transgresiones. El deber del padre al hijo queda anulado por la conducta incorregible del hijo. El deber del hijo al padre está limitado por la obediencia previa del padre a Dios y su mantenimiento del orden-ley de Dios. En toda relación humana, el único absoluto es la ley de Dios, y no la relación del hombre.
Cuarto, no solo que la condescendencia con una relación humana es participar en robo, que ser indulgentes con una familia o miembro delincuente de la sociedad es robarle a otra, sino que también incluye robo a Dios y al hombre. Es infracción del orden de Dios entregarse al mal. Esto incluye robarle a una persona lo que le es debido a fin de recompensar o premiar a otro, y esto quiere decir también la violación del orden de Dios para continuar el desorden del hombre.
Para repetir, la responsabilidad no es una calle de un solo sentido. Si el buey, animal de inteligencia limitada, es responsable de sus actos, todo hombre también es responsable. En toda relación personal hay responsabilidad compartida.
El hombre moderno es hostil a la responsabilidad. La reemplaza con sensibilidad, y define la sensibilidad como consciencia de la humanidad. Por lo tanto, una monja rebelde de las Hermanas del Corazón Inmaculado de María desafía la autoridad y declara: «Estos hombres (oficiales de la iglesia) no tienen derecho a emitir juicio cuando no nos conocen»2. Esta monja había entrado en una orden que requería autoridad pero había rehusado someterse a ella. Su libertad para salir y establecer su propia manera de vida no estaba en duda. Ella negaba el principio de cualquier responsabilidad más allá de lo que se debía a sí misma.
De modo similar, un actor, Steve McQueen, se quejó de los conceptos de los agricultores de la región del medio oeste de la nación, y añadió: «Cuando entiendan que los negros hacen el amor, y que lo hacen bien, empezaremos a entendernos. Tenemos que aprender a vivir juntos». Para McQueen, el hecho de ser humano, o pertenecer a una especie, es el único criterio válido; la responsabilidad y la moralidad no tienen nada que hacer con el hombre.
Es la perspectiva moral del agricultor de esa región y la insistencia en la responsabilidad lo que condena McQueen. Para tal hombre, no hay significado en la vida; y por consiguiente, ningún criterio moral se le puede aplicar.
Al preguntársele en cuanto a su futuro, McQueen dijo encogiéndose de hombros: «Cometeré errores; lo principal es». Entonces se detuvo en seco, sacudió la cabeza y añadió: No, no nada es lo principal»4. En un mundo que se atiene brutalmente a los hechos, todos los hechos son igualmente importantes, e igualmente insulsos, y no puede haber «lo principal». Es un mundo, por consiguiente, sin responsabilidad.

Pero un mundo sin responsabilidad es un mundo de muertos.