INTRODUCCIÓN
Un aspecto importante de la ley
bíblica es su doctrina de la responsabilidad. En una ley que se consideró
previamente (Éxodo 21:28-32), se estableció que los animales son responsables
de sus acciones, y que el buey que corneaba a una persona era sentenciado a
muerte. A los animales claramente se les considera responsables. Pero la responsabilidad
también descansa en el dueño del buey; si la conducta previa del buey indicaba
que era un animal peligroso, y el dueño «no lo hubiere guardado», el dueño
también es responsable. La
responsabilidad no es, pues, una calle de un solo sentido.
Tanto el dueño como el animal
tienen una responsabilidad. Siendo este un caso de derecho consuetudinario, la
referencia es al buey, y aun más, como San Pablo muy bien dice respecto a
ponerle bozal al buey que trilla (Dt 25: 4; 1ª Co 9:9; 1ª Ti 5: 18).
AQUÍ
SE PUEDEN HACER CIERTAS OBSERVACIONES.
Primero, un padre es responsable si nada
hace para contener, castigar o llevar a juicio a un hijo irresponsable o
delincuente.
Si un hombre es responsable por
las acciones de un buey, claro que es responsable de las acciones de un hijo
delincuente, si «no lo hubiere guardado», si no ha hecho ningún esfuerzo por
impedir que el hijo desarrolle su delincuencia.
Segundo, la responsabilidad del padre no
absuelve de responsabilidad al hijo.
El buey que cornea siempre es
culpable; el dueño solamente es culpable si se puede demostrar su negligencia.
La responsabilidad previa siempre es de la parte que actúa. El dueño o padre
puede ser un accesorio al crimen solo si ha sido deficiente en su
responsabilidad.
Tercero, la transgresión más allá de
cierto punto ponía fin a la responsabilidad.
En la ley del hijo delincuente
(Dt 21: 18-21), la responsabilidad de los padres de sustentar y proteger a su
hijo terminaba con la delincuencia de este. Su deber y su responsabilidad moral
entonces era la de denunciar y separarse de su hijo.
Como se anotó previamente, la
responsabilidad no es una calle de un solo sentido. La responsabilidad de los
padres por un hijo termina cuando este rehúsa someterse a la autoridad y disciplina
santas de los padres.
LO MISMO SE PRODUCE CON LA
RESPONSABILIDAD DE LOS HIJOS HACIA LOS PADRES.
De nuevo, tampoco esto es una vía
de un solo sentido. He aquí algunas ilustraciones sobre este problema: Una hija
asumió la responsabilidad de su padre enfermo cuando los hermanos rechazaron
ese deber. Como creyente comprometida, se sentía obligada a cuidar a su padre,
quién permaneció en su casa como inválido hasta su muerte.
Durante más de diez años, el
padre estuvo confinado en cama la mayor parte del tiempo. Debido a que se
interesaba solamente en los hijos y nietos que llevarían su apellido, trataba a
su hija y a su familia como a inferiores, o en el mejor de los casos como
criados, sin expresar nunca una palabra de gratitud.
Hizo su testamento a favor de sus
hijos y nietos, aunque ambos hijos eran prósperos. Les daba regalos
extravagantes, pero jamás un regalo ni un agradecimiento a su hija y a su
familia. Claramente, la interpretación que la hija hacía de la ley era
defectuosa.
Así como a un hijo impío se le
debe expulsar y entregarlo a juicio, el padre impío (porque su conducta lo revelaba como tal), no
debía tener lugar en la casa de ella, puesto que había negado claramente toda
responsabilidad hacia ese hogar.
Otra ilustración: una madre, militante
de la ideología liberal posmodernista en religión, se fue a vivir con su hija y
yerno, ambos creyentes y ortodoxos. La madre miraba con desprecio a la familia
de la fe, la iglesia y adoración de la familia, y la denigraba ante sus nietos
y a diario ridiculizaba a su hija por su fe «ignorante y reaccionaria». Al
haber negado abiertamente la autoridad de su yerno y la fe de la familia, había
abdicado todo derecho a su cuidado y protección.
El sufrimiento paciente de la
familia no era santo. Debido a que la responsabilidad es una calle de dos
sentidos, la madre tenía la obligación de respetar la fe de la familia, la
autoridad de su yerno y la devoción de su hija.
Se pueden añadir otras
ilustraciones: unos padres esperaban que su hija se quedara sin casarse y los
cuidara. Como no tenían amigos debido a su mal carácter, exigían que ella los
incluyera en todas sus actividades sociales. El resultado fue que la muchacha
perdió a todas sus amigas debido a sus padres. De principio a fin, la relación estaba
fuera de la ley, y el sentido de responsabilidad de la hija estaba errado.
Otro caso: una madre se sentía
obligada a usar sus escasos fondos para ayudar a su hijo único, un hombre
malagradecido con buen sueldo pero muy mal sentido de responsabilidad. La madre
se limitó severamente para proveerle a él los lujos que exigía como necesarios
para mantener una falsa posición social. De nuevo, la relación estaba fuera de
la ley de reciprocidad y había que romperla.
Una columna de Ann Landers
publicó la carta de una muchacha que informaba de un problema de familia. Un
hermano de 20 años paralizado en una silla de ruedas, furioso contra la vida
por su enfermedad, trataba a sus padres y hermanas con desprecio y cólera. La
familia, bien afligida, danzaba a sus caprichos. Nadie, ni enfermo ni sano,
tiene derecho a comportarse así sin recibir castigo. Muchos paralizados han
aprendido a realizar trabajos útiles. Este joven no tenía derecho a comer un
alimento que no merecía y que ni siquiera agradecía.
Así, podemos decir que la
transgresión más allá de un cierto punto no solo terminaba la responsabilidad,
sino que cuarto, si se mantiene
la responsabilidad más allá de cierto punto, se vuelve robo. Tolerar o protege a un delincuente juvenil o a un padre
inicuo se vuelve una afrenta a la fe y autoridad de la familia y roba a los
demás miembros de la familia.
El honor y servicio incondicional
se deben solo a Dios, y no al hombre. La amonestación de San Pablo es «Pagad a
todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que
respeto, respeto; al que honra, honra» (Ro 13: 7). Ninguna relación de hombre a hombre se puede hacer absoluta. No tenemos ningún vínculo
absoluto que nos ligue incondicionalmente a ningún hombre, ni para obedecerlo ni para amarlo.
El matrimonio se disuelve por ciertas
transgresiones. El deber del padre al hijo queda anulado por la conducta incorregible
del hijo. El deber del hijo al padre está limitado por la obediencia previa del
padre a Dios y su mantenimiento del orden-ley de Dios. En toda relación humana,
el único absoluto es la ley de Dios, y no la relación del hombre.
Cuarto, no solo que la condescendencia
con una relación humana es participar en robo, que ser indulgentes con una
familia o miembro delincuente de la sociedad es robarle a otra, sino que
también incluye robo a Dios y al hombre. Es
infracción del orden de Dios
entregarse al mal. Esto incluye robarle a una persona lo que le es
debido a fin de recompensar o premiar a otro, y esto quiere decir también la
violación del orden de Dios para continuar el desorden del hombre.
Para repetir, la responsabilidad
no es una calle de un solo sentido. Si el buey, animal de inteligencia
limitada, es responsable de sus actos, todo hombre también es responsable. En
toda relación personal hay responsabilidad compartida.
El hombre moderno es hostil a la
responsabilidad. La reemplaza con sensibilidad, y define la sensibilidad como
consciencia de la humanidad. Por lo tanto, una monja rebelde de las Hermanas
del Corazón Inmaculado de María desafía la autoridad y declara: «Estos hombres
(oficiales de la iglesia) no tienen derecho a emitir juicio cuando no nos
conocen»2. Esta monja había entrado en una orden que requería autoridad pero
había rehusado someterse a ella. Su libertad para salir y establecer su propia
manera de vida no estaba en duda. Ella negaba el principio de cualquier
responsabilidad más allá de lo que se debía a sí misma.
De modo similar, un actor, Steve
McQueen, se quejó de los conceptos de los agricultores de la región del medio
oeste de la nación, y añadió: «Cuando entiendan que los negros hacen el amor, y
que lo hacen bien, empezaremos a entendernos. Tenemos que aprender a vivir
juntos». Para McQueen, el hecho de ser humano, o pertenecer a una especie, es
el único criterio válido; la responsabilidad y la moralidad no tienen nada que hacer
con el hombre.
Es la perspectiva moral del
agricultor de esa región y la insistencia en la responsabilidad lo que condena
McQueen. Para tal hombre, no hay significado en la vida; y por consiguiente,
ningún criterio moral se le puede aplicar.
Al preguntársele en cuanto a su
futuro, McQueen dijo encogiéndose de hombros: «Cometeré errores; lo principal
es». Entonces se detuvo en seco, sacudió la cabeza y añadió: No, no nada es lo
principal»4. En un mundo que se atiene brutalmente a los hechos, todos los
hechos son igualmente importantes, e igualmente insulsos, y no puede haber «lo
principal». Es un mundo, por consiguiente, sin responsabilidad.
Pero un mundo sin responsabilidad
es un mundo de muertos.