14. CUANDO SE ROBA A DIOS

INTRODUCCIÓN

Todo crimen es una ofensa contra el orden ley de Dios, pero ciertos actos se destacan en particular como especialmente ofensivos. Uno de éstos es el no dar el diezmo, que se describe como robarle a Dios (Mal 3: 8-12).

ANTES DE ANALIZAR LAS IMPLICACIONES DE ESTE HECHO, REVISEMOS LAS LEYES BÁSICAS EN ESTE ASPECTO.

Primero, el impuesto civil básico en las Escrituras, el único impuesto, es el impuesto por cabeza que pagaba todo hombre de veinte años para arriba (Éx 30: 11-16). El mismo impuesto se imponía a todos los hombres: «Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá» (Éx 30: 15). Todos tenían lo mismo en juego en la justicia y por consiguiente pagaban el mismo impuesto.
Segundo, a nadie se le permitía enajenar su propio futuro mediante deuda.
La longitud de la deuda se limita a seis años (Dt 15: 1-4). Nadie tiene derecho de hipotecar su futuro, puesto que su vida le pertenece a Dios.
Tercero, se requería el diezmo de todos los hombres (Lv 27: 30-32; 1ª Co 9: 12- 14; Nm 18:21-28; Mal 3: 8-12; Pr 3: 9-10; 11:24s; Mt 23: 23; He 7:1-8). Del diezmo regular, 10% de los ingresos de uno (Dt 14:22), se entregaba el diezmo a los sacerdotes, quienes recibían el diez por ciento del diezmo (Nm 18: 21-28).
Así que el diezmo de la iglesia era una fracción del diezmo total. El diezmo del pobre, que pagaba cada segundo año (Dt 14:28; Am 4:4), se alternaba con el diezmo de regocijo (Dt 14:22-26) cada ciclo de seis años de cada siete. Por tanto, el diezmo combinado del pobre y el diezmo religioso, era en promedio como 15% por año, y algunos dicen que el 18%.
Algo del diezmo regular iba a los servicios levíticos de adoración y a la música; mucho del mismo iba a financiación social general, como a la educación santa y a un número de otros servicios afines.
Si esto es cierto, ¿en dónde el no dar el diezmo se considera robarle a Dios?
La respuesta es muy clara. Sin el diezmo, un estado totalitario se desarrolla progresivamente para hacer de dios sobre la sociedad. Con el diezmo, se restaura a Dios la regla de la sociedad mediante el impuesto que Él ordenó. Diferentes agencias se forman por el diezmo para ministrar a las necesidades de la sociedad santa y para proveer la financiación social necesaria.
El diezmo no le pertenece ni a la iglesia ni al estado; le pertenece a Dios y el pueblo de Dios se lo da a los que lo administran bajo Dios. Sus consecuencias sociales las ha descrito Ewing muy apropiadamente:
Si viviéramos en una teocracia, con la constitución divina, el diezmo lo cubriría todo, pero vivimos bajo gobiernos hechos por el hombre y los gobiernos hechos por el hombre cobran sus propios impuestos. Pero el diezmo todavía le pertenece a Dios. «Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22: 21; Mr 12: 17; Lc 20: 25; Ro 13: 1-8).
El impuesto adicional que cobran los gobiernos de nuestro día es la pena que pagamos por no aceptar el gobierno de Dios nacionalmente sobre nosotros. A Israel se le dijo, cuando exigió un rey para ser como las demás naciones, que este se aprovecharía indebidamente del diezmo (1 S 8:11-18).
En vista de las implicaciones radicales del diezmo para la sociedad, el que la iglesia no haya enseñado su importancia y significado constituye una forma de robarle a Dios igual que el no dar el diezmo.

OTRA FORMA DE ROBARLE A DIOS ES EL NO HACER PROVISIÓN PARA EL REBUSCO.

Según Levítico 19: 9-11, se prohíbe la cosecha total. «El pobre y el extranjero» deben obtener alguna cosecha de «los rincones» en los campos y árboles. Aquí de nuevo Dios ha provisto un medio de bienestar social por el que se margina al estado.
El rebusco urbano moderno incluye el trabajo de las industrias Goodwill. Incluso más: en un tiempo incluía la recolección de basura por grupos privados. El papel se compraba y se reprocesaba para usarlo; los trapos eran importantes para diferentes usos, los desechos para comida de cerdos o para abono, los metales para fundirlos, las botellas viejas para volver a usarlas y cosas por el estilo. La empresa privada hacía uso lucrativo de la basura, en tanto que hoy en la mayoría de las ciudades, habiendo hecho de la recolección de basura un monopolio socialista,
tiene montañas de basura recogida de manera costosa acumulándose y produciendo problemas serios. No hace muchos años, la recolección de basura era un negocio al que muchos inmigrantes entraban como pobres y a veces salían como ciudadanos prósperos.
El no observar los años sabáticos respecto de la tierra quiere decir no solo que se le roba a la tierra su reposo, sino que se le roba a Dios. Noth correctamente observó: «El año sabático y el año del jubileo tiene cada uno a su manera especial el mismo tema: la restitutio in integrum o restauración a un estado original».
La restauración es el propósito de Dios y el hombre es llamado a cumplirlo, no a impedirlo. Toda restauración mira hacia adelante al tiempo del jubileo. El tiempo del jubileo fue en una época algo básico en la esperanza del hombre occidental y resonaba en su canto. Por errados que estuvieran, muchos soldados de la guerra civil entonaban cantos que miraban al jubileo en la creencia de que su lucha los acercaba. Al jubileo se refieren los cantos «Marchando por Georgia», «El reino viene» y otros del período.
Volviendo de nuevo al diezmo, saber cómo la iglesia inicial entendió el diezmo es importante, ya que vieron como ley obligatoria un propósito más amplio que la iglesia. Por eso, La constitución apostólica dice del clero:
Que use esos diezmos y primicias, que se dan de acuerdo al mandamiento de Dios, como hombre de Dios; y también que dispense de manera apropiada las ofrendas voluntarias que se traen a favor de los pobres, los huérfanos, las viudas, los afligidos y extranjeros en angustia, como teniendo a Dios por examinador de las cuentas que ha puesto a su disposición. Distribuya a todos los necesitados con justicia, y ustedes mismos usen las cosas que le pertenecen al Señor, pero no abusen de ellas.
La constitución apostólica hizo del obispo y el clero los que distribuían los diezmos.
Con esto no podemos estar de acuerdo por entero. Sin embargo, el hecho importante es que continúan las funciones que cubren el diezmo y las ofrendas en un tiempo de opresión y persecución, y el hecho de ver al diezmo como una ley básica.
Un sermón pseudo-agustiniano decía que no dar el diezmo es robar:
Quien no da el diezmo se apropia de una propiedad que no le pertenece. Si el pobre muere de hambre, es culpable de su asesinato y tendrá que responder ante el tribunal de Dios como asesino. Ha tomado lo que Dios ha separado para el pobre y se lo ha guardado para sí mismo.
Otro de tales sermones decía:
Nuestros antepasados tenían más de lo necesario porque le daban a Dios los diezmos y pagaban sus impuestos al emperador. Sin embargo, puesto que nosotros no queremos darle a Dios los diezmos, todo pronto nos será quitado.

EL COBRADOR DE IMPUESTOS TOMA TODO LO QUE CRISTO NO RECIBE.

Con Carlomagno se hicieron obligatorios los diezmos para todos los ciudadanos.
El Concilio de Sevilla, 590 d.C., había dictado un canon decretando lo siguiente:
«Si alguien no da el diezmo de todo, que la maldición que Dios le aplicó a Caín por no dar el diezmo apropiado se acumule sobre él». El estado, sin embargo, todavía no había reconocido la centralidad social del diezmo. La existencia del diezmo hizo posible el desarrollo de órdenes y fundaciones religiosas que tomaron como responsabilidad proveer hospitales y atención médica, educación, bienestar público, patronato a artes y música religiosa y una variedad de otros servicios.
El diezmo ha funcionado en donde la iglesia y el estado reconocen el principio del diezmo10. Puesto que es un diezmo al Señor, no puede estar restringido a la iglesia ni controlado por el estado, aunque ambos tienen el derecho de hacerlo obligatorio. El diezmo es del Señor. En los días de Eliseo, un hombre de Baalsalisa llevó su diezmo a Eliseo y a su escuela antes que a los sacerdotes (2ª R 4: 42).
Al hacerlo así, estaba ejerciendo su derecho de dar a lo que serviría mejor al Señor, antes que a un sacerdocio oficial pero apóstata.
La declinación del diezmo en los siglos XIX y XX condujo a una variedad de artificios para recoger fondos en las iglesias, protestantes y católicas y a una declinación en el financiamiento social cristiano. El resultado fue un cambio de poder del estado y también un crecimiento de impuestos para remediar la falta de financiamiento social. Sin la restauración del diezmo, no puede haber restauración del orden social cristiano ni tampoco se puede restaurar poder al hombre cristiano bajo Dios.
Al «revivir» el diezmo, la iglesia moderna ha personalizado el marco de trabajo.
Ha referido las promesas de Malaquías 3:8-12 al individuo, pero es claro que estas se refieren a una bendición nacional. El diezmo produce un orden social radicalmente diferente, y de aquí que se habla de una bendición para la nación como consecuencia del diezmo y como resultado del favor de Dios.
Además, la iglesia moderna pide que se dé el diezmo a la iglesia, concepto erróneo que deja fuera del diezmo la educación, la salud, el bienestar y mucho más. La cultura «medieval» vio todas estas cosas como función del diezmo, y cuando las órdenes existentes no ministraron apropiadamente las ofrendas de Dios, surgían nuevas órdenes para recibirlas y administrarlas. El resultado fue el resentimiento de parte de los párrocos, por supuesto, pero igualmente un orden social más saludable.
El comentario de Tierney sobre el cuidado de los pobres en aquellos tiempos es contundente: «Cuando los feligreses que estaban preparados para presentar todo tipo de acusaciones contra sus sacerdotes muy rara vez levantaron la cuestión del descuido de los pobres, la inferencia más obvia es que no era un fallo común ente párrocos y vicarios residentes».
El orden social moderno le roba a Dios casi sacando casi todo de su jurisdicción, de su gobierno y cuidado. Dentro de una generación después de la abolición del diezmos que se exigía legalmente en los Estados Unidos de América, surgieron las escuelas financiadas y controladas por el estado.
Debido a que el resurgimiento y antinomianismo condujeron a la declinación del diezmo (denunciado como «legalismo» y esclavitud a la ley), a principios del siglo XX, el bienestar público se convirtió en una función estatista. Un nuevo orden social surgió con el abandono del diezmo, y siguió el rápido aumento de impuestos, o diezmos duplicados o triplicados por el estado y más para promover ese nuevo orden.
Las fundaciones, en un tiempo instrumentos del diezmo cristiano, se convirtieron en agencias sociales humanistas con ideales estatistas. La Ciudad de Dios poco a poco se vio reemplazada por la Ciudad del Hombre. El agente efectivo de un orden siempre es el poder esencial para imponer impuestos y cobrarlos. Si la iglesia cobra el impuesto, la iglesia gobierna la sociedad.
Si el estado cobra el impuesto, el estado gobierna la sociedad. Sin embargo, si el pueblo de Dios entrega el diezmo a agencias santas, el gobierno de Dios prevalece en ese orden social. En el orden moderno, el dios operativo es el estado.
Una nota final. Incluso durante el período macabeo, a pesar del conflicto social, el diezmo de los pobres suplía las necesidades de las viudas y los huérfanos en bases regulares. «El sumo sacerdote le explicó que el tesoro contenía los depósitos de las viudas y de los huérfanos» (2ª Mac 3: 10); la cantidad total disponible era de 400 talentos de plata, y 200 talentos de oro.

Una era que hoy rechaza el orden de Dios y también al Hijo de Dios a la vez, sin duda está maldita con maldición y rumbo al castigo.