INTRODUCCIÓN
El no brindar ayuda en un tiempo
fue un delito serio y, hasta cierto grado limitado todavía hace que el que no
brinda ayuda sea culpable de penas serias. La dirección de la ley humanista
cada vez absuelve más a los hombres de toda obligación legal de ser buenos samaritanos.
Según una decisión.
Un testigo presencial puede
observar que un ciego o un niño se dirigen a un precipicio, y sin embargo no se
le exige que dé advertencia. Puede estar en la orilla de un arroyo y ver a un
hombre ahogándose, y aunque tiene en su mano una cuerda que podría usar para
rescatar al hombre, no tiene la obligación de brindar ayuda. Puede tener el
deber moral de advertir al ciego o ayudar al que se ahoga, pero como es solo un
testigo presencial, de ninguna manera es responsable de la situación peligrosa,
y no tiene ningún deber legal para brindar ayuda.
En ciertos casos, sin embargo, el
testigo presencial debe brindar ayuda o enfrentar acción legal. El testigo
presencial puede ver que la casa o granero de un agricultor se incendia y no
hacer nada, pero en el caso de un incendio forestal («propiedad» federal), el
testigo presencial debe actuar según se exige o enfrentar penas en los
tribunales.
Anteriormente, todos los testigos
presenciales tenían el deber legal de brindar ayuda al clamor. La expresión Hue
and Cry [Al clamor] es un término legal en inglés; anteriormente, cuando
escapaba un criminal, o era descubierto, o se cometía un acto criminal, la
obligación de ayudar era obligatoria para todos. Después, al clamor fue el nombre de una
proclamación por escrito pidiendo la aprehensión del criminal, o de los bienes
robados. En Inglaterra, Hue and Cry [Al
clamor] fue también el título de una gaceta oficial que publicaba información
sobre crímenes y criminales.
LA LEY
BÍBLICA, SIN EMBARGO, AFIRMA LA RESPONSABILIDAD DEL TESTIGO PRESENCIAL.
Deuteronomio 22: 1-4 declara:
Si vieres extraviado el buey de
tu hermano, o su cordero, no le negarás tu ayuda; lo volverás a tu hermano. Y
si tu hermano no fuere tu vecino, o no lo conocieres, lo recogerás en tu casa,
y estará contigo hasta que tu hermano lo busque, y se lo devolverás. Así harás
con su asno, así harás también con su vestido, y lo mismo harás con toda cosa
de tu hermano que se le perdiere y tú la hallares; no podrás negarle tu ayuda.
Si vieres el asno de tu hermano, o su buey, caído en el camino, no te apartarás
de él; le ayudarás a levantarlo.
Aquí, de nuevo, tenemos un caso
de derecho consuetudinario, donde se da un caso mínimo a fin de ilustrar un
principio general. No podemos robarle la propiedad de un hombre mediante
nuestro descuido; debemos actuar como buenos vecinos incluso con nuestros
enemigos y extraños. Animales propiedad, o ropa perdidos o extraviados, se
deben proteger y cuidar con todo esfuerzo público de restauración inmediata.
Si el testigo presencial tiene
una obligación deben de brindar ayuda «con todas las cosas perdidas» de otro,
tiene incluso una obligación más apremiante de ayudar a rescatar al hombre.
Así, este principio de responsabilidad aparece en Deuteronomio 22: 24. Si una
mujer es asaltada en una ciudad se da por sentado que ha dado su consentimiento
si no grita, que es el origen de la ley común al clamor. A su
grito, todo hombre al alcance del sonido de su voz tiene el deber de brindar
ayuda inmediata; no hacerlo se consideraba una abominación horrible que
contaminaba la tierra y, en sentido figurado, ocultaba el sol. El horror que se
siente por tal delito se refleja en la tradición rabínica:
Nuestros rabinos enseñaban, que
por razón de cuatro cosas el sol se eclipsa: por un Ab Bet din (vicepresidente
del sanedrín) que moría y no se le hacía duelo apropiadamente; por una joven
desposada que gritaba en la ciudad y no había nadie que la rescatara; por
cuestión de sodomía, y por dos hermanos cuya sangre se derramaba al mismo
tiempo.
Por cuatro cosas se eclipsan las
lumbreras (el sol y las estrellas): por los que perpetran fraudes, por los que dan
falso testimonio, por los que crían ganado menor en la tierra de Israel (animales
que no se podía evitar que devastaran los campos de otro); y por los que
derriban buenos árboles.
Es significativo que este delito
se considera peor que dar falso testimonio; el testigo falso representa
erróneamente la verdad; el testigo presencial que no interfiere se vuelve
cómplice del delito mediante su negativa a brindar ayuda. Asaf dijo de los que
eran indiferentes a la necesidad y no brindaban ayuda.
Si veías al ladrón, tú corrías
con él, y con los adúlteros era tu parte (Sal 50: 18).
Muy apropiadamente, las
referencias marginales citan Romanos 1: 32 y 1ª Timoteo 5: 22. En este último
pasaje, los que consienten a la ordenación precipitada de novicios en la fe, o
por el silencio dan su consentimiento, «participan] en pecados ajenos». No es
irrazonable dar por sentado que la pena que se le imponía al testigo presencial
inactivo era igual a la del testigo falso.
La pena del delito se aplicaba al
testigo falso (Dt 19: 18, 19); el testigo presencial inactivo también es un
tipo de testigo, y alguien el que consiente con el delito al no actuar. El
testigo presencial inactivo es así cómplice, accesorio al delito, y culpable de
la pena del delito.
Salomón también llamó la atención
al mismo delito en palabras agudas y penetrantes declarando:
Libra a los que son llevados a la
muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres:
Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El
que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras (Pr 24: 11,
12).
Vale la pena notar en esta
conexión el comentario de Kidner sobre Proverbios 24: 10-12:
Esfuerzo excepcional (10) y responsabilidad evitable (11, 12) son pruebas justas, no
injustas, de la pasta de un hombre. Es el asalariado, no el verdadero pastor
quien aduce malas condiciones (10),
tareas imposibles (11) e ignorancia
perdonable (12); el amor no se
acalla ligeramente; ni tampoco al Dios de amor.
El comentario de Delitzch sobre
Proverbios 28: 17 también es muy apropiado aquí: La gracia no puede llegar a
algún lugar de justicia mientras no se haya reconocido plenamente la justicia.
La simpatía humana, la tolerancia humana, bajo el falso título de gracia, no
resiste en contraste a esta justicia.
La ley bíblica de este modo deja
en claro la responsabilidad del testigo presencial; establece, de hecho, que el
individuo no puede quedarse sin hacer nada.
Una antigua decisión de una corte
estadounidense establecía el asunto brevemente: la ley «requiere que se haga el
bien en todo tiempo»5. El poder de
policía de la ciudadanía descansa en Deuteronomio 22: 1-4, 24. Cuando la
propiedad de un prójimo se descarriaba o se perdía, o cuando un hombre o una
mujer lanzaban un grito de angustia, todo hombre tenía un deber de responder a
ese grito e imponer la ley. Todos los ciudadanos tienen el derecho de arrestar
hasta hoy en los Estados Unidos de América como resultado de esta herencia
bíblica.
Bajo la ley común, un sheriff
todavía tiene el derecho de reclutar a todo ciudadano varón de la comunidad de
15 años o mayor para que le ayude en la imposición de la ley.
Con respecto al arresto
ciudadano, William B. Saxbe, fiscal general de Ohio, estableció algunas de las
reglas básicas del arresto ciudadano. Con algunas variaciones de estado a
estado, la ley de los Estados Unidos de América establece que una persona
privada puede arrestar a alguien por cometer o intentar cometer un delito o una
fechoría en su presencia. También puede arrestar a alguien de quien tiene causa razonable para pensar que
previamente ha cometido un delito, pero no una fechoría, en el pasado. Algunos
estados permiten el arresto ciudadano solo por crímenes, en tanto que otros
proveen poderes amplios de arresto para la ciudadanía Para todos los crímenes.
Saxbe notó que los delitos
mayores casi siempre son crímenes que son básicamente bien o mal, en tanto que
la fechorías son delitos menores.
Por lo general, sin embargo, el
poder de policía del ciudadano se ejerce mejor al brindar ayuda a la policía y
a las víctimas de crímenes. La policía prefiere que los testigos los llamen,
tomen aguda nota de los sucesos, y les ayuden según la policía lo requiera. En
Alemania, las personas que no asumen poderes de policía para defender a otros
pueden ser multadas desde $1,25 hasta $2500, o recibir un año en la cárcel.
Francia e Italia tienen leyes similares.
La ley estadounidense se ha
vuelto contradictoria desde que la ley estatutaria ha sobreseído la antigua ley
común. Se puede utilizar por obligación el coche de un hombre para aprehender a
un criminal, pero éste que no tiene base legal para reclamar a la ciudad si en
el proceso se destruye el coche9. Los comentarios de Warnick van al punto:
No es delito en ningún estado,
como lo es bajo la ley común y de manera muy general en Europa, que un
ciudadano no revele por iniciativa propia a la policía la comisión de un delito
mayor. Pero por acta del Congreso tal «encubrimiento de un delito mayor» es un
delito los Estados Unidos de América si es un delito mayor federal que no se informa. La noción
laica de esto es que si uno ve un robo en un almacén y sigue tranquilamente su
camino está del lado correcto de la ley si acaso no de su conciencia. Pero si
ve el robo de correo y no llama a los policías se ha cometido un delito mayor
federal.
Lo que ha sacado todo esto de
nuevo a primer plano es, por supuesto, el resurgimiento del delito y violencia
criminal en los Estados Unidos de América; el rebajamiento de la policía al
punto en que pocos incluso quieren ser policías; y la espantosa apatía de
muchos en cuanto a «involucrarse» en crímenes.
Si la ley no exige que uno llame
a los policías cuando hay un robo en un almacén o se golpea brutalmente a
alguien; si uno puede ser acusado de falso arresto aun cuando actúe de la
manera más razonable por cuenta propia; si uno no puede ser protegido contra
lesión o responsabilidad cuando se obedece a un agente de policía, o entonces
uno tiene el privilegio de tomar una posición, incluso en contra de los propios
sentimientos de uno, de que la sociedad en sí misma en realidad no toma en
serio el control del delito. La sociedad en este caso es la legislatura y las
cortes.
¿Porque no es «el encubrimiento
de un delito mayor» un delito estatal así como es un delito federal? Las
legislaturas pueden restaurar el principio de ley común que lo hizo así.
La situación legal civil puede
ser equívoca; el requisito legal bíblico no lo es. El encubrimiento, i.e., el
ocultamiento de un delito, es un delito serio. El testigo presencial inactivo
es parte del delito. La parábola del buen samaritano (Lc 10: 29-37) se basaba
firmemente en la ley bíblica.
En la parábola del buen
samaritano, el sacerdote y el levita evadieron la víctima y «pasaron de largo».
Los dirigentes religiosos aducían obedecer la ley; daban el diezmo de «la
menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasaban por alto la justicia y el amor de
Dios» (Lc 11: 42). Era cuestión fácil diezmar la menta; a veces exigía valentía
moral ayudar a una víctima; en el caso de la víctima que Jesús describió, ni siquiera
se requería valentía; solo ayuda en términos de la ley a una víctima abandonada
por los criminales. Los dirigentes religiosos guardaban la ley solamente cuando
les costaba poco o nada hacerlo. Jesús los confrontó partiendo de la ley.
Es, de este modo, un serio error
reducir la parábola del buen samaritano al nivel solo de sentimiento, o a
cuestión de benevolencia; estas cosas son subordinadas a la ley en este caso.
Los que menosprecian la ley también no tienen benevolencia.
Profesan amar la ley, pero
escogen asuntos sencillos para la obediencia y menosprecian las cosas que son
difíciles. Demasiados clérigos de hoy reducen la ley a reglas simples en cuanto
al sabbat y adulterio, y circunvalan o violan el resto de la ley con impunidad.
Esto es fariseísmo.