20. EL ROBO Y LA LEY

INTRODUCCIÓN

El octavo mandamiento dice de manera muy sencilla: «No hurtarás» (Éx 20: 15).
En esto no hay duda: se prohíbe el robo y de manera muy clara. Es necesario preguntar ¿a quién se aplica esta ley? La respuesta usual de los religiosos es: «Vaya, a todos los hombres, por supuesto», y esta respuesta es defectuosa. El mandamiento se aplica a todos los hombres y a sus instituciones, corporaciones y formas de gobierno.

EL NO APLICAR LA LEY EN SU PLENA JURISDICCIÓN HA PRODUCIDO MUCHO MAL.

En la raíz de este error se sitúa el desdichado hecho de que la mayoría de los religiosos tratan los mandamientos como simples cuestiones de moralidad y no como ley. La Ley mosaica en verdad es un código moral, pero ineludiblemente también es ley. Negarle a la legislación mosaica su fuerza como ley es entregarle el mundo al diablo.
En uno de los más incisivos estudios sobre la ley, Frederick Nymeyer, que tituló «Essays Against Organized Sanctimony and Legalized Coercion» [«Ensayos en contra de la santurronería organizada y la coacción legalizada»], criticó las ideas del Dr. Bruins Slot, señalando:
Todo se sostiene o cae con esta simple pregunta: ¿Tiene un gobierno más autoridad que sus ciudadanos? Si la respuesta es sí, debe haber recibido esa autoridad de alguna fuente más grande que los ciudadanos. Las únicas fuentes más grandes son Dios o Satanás.
Los calvinistas nunca consideraron a Satanás como la fuente de los gobiernos; (¡los gobiernos o manifestaciones de la «gracia común» de Dios!). Por consiguiente, Hitler tenía una «autoridad peculiar inherente» directamente ¡de Dios! Ahora podemos darnos cuenta como De Standaard llegó a seguir el curso que siguió durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo anterior puede aplicarse a Abraham Kuyper, al De Standaard, al Partido Antirrevolucionario y a Bruins Slot, pero ¿dónde acaba esto? A continuación hay cuatro proposiciones que brotan naturalmente de la principal idea de Bruins Slot:
1. Dios ha restringido a los hombres considerados individualmente, por y a los Diez Mandamientos;
2. Pero Dios le ha dado al gobierno más autoridad o derechos que los que tienen los hombres individuales;
3. Por consiguiente, los gobiernos tienen autoridad directa para ir más allá de los Diez Mandamientos: Es decir, pueden violar los Diez Mandamientos.
4. Por lo tanto, el propósito de invocar una «autoridad peculiar inherente» para el gobierno es exactamente validar el derecho a violar los Diez Mandamientos.
Hitler, como ven, estaba operando muy bien dentro de sus «derechos» derivados de Dios. Los campos de concentración, pelotones de fusilamiento, mentiras, violencia, guerra, opresión; todo esto era producto de la «autoridad peculiar inherente» del gobierno. ¡Los hombres están obligados por el Decálogo; los gobiernos no.
Nymeyer, quien junto con Ingram son casi los únicos que hacen justicia a la Ley bíblica, ha indicado el asunto con claridad. Toda autoridad viene de Dios o de Satanás. Si la autoridad es de Dios, ella está bajo la Ley de Dios y es una agencia de la Ley de Dios.
En una deliciosa nota al pie de página, Nymeyer añade:
Una persona que leyó este manuscrito con espíritu festivo dedujo estos obvios silogismos:
1. Los poderes que hay son ordenados por Dios;
2. Satanás es uno de los poderes que hay;
3. Por consiguiente; ¡Satanás es ordenado por Dios! Y luego bosquejó el siguiente silogismo:
1. Se debe obedecer a todos los poderes ordenados por Dios;
2. Satanás es un poder ordenado por Dios;
3. Por consiguiente, ¡hay que obedecer a Satanás!.
Tal pensamiento absurdo dista mucho de estar ausente en los círculos evangélicos. En julio de 1967 este escritor fue denunciado e investigado como sospechoso de enseñar doctrinas falsas, debido al texto que incluyó en unas transparencias tituladas The Moral Foundations of Money [Los cimientos morales del dinero]. En ese texto, al papel moneda sin respaldo se le consideraba una forma de falsificación y la inflación era un robo. Una de las acusaciones hechas por el Rvdo. Albert G. Edwards de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, señalaba:
Esto equivale a acusar de robo al Estado, lo que contradice lo que escribe Pablo en el capítulo 13 de Romanos, donde se nos dice que demos lo que se nos pide respecto a impuestos y que reconozcamos el derecho del Estado en esto. (Edwards hablaba de la inflación del papel moneda como un «impuesto oculto», y no un robo). Llamar robo a los impuestos parece ser un acto de rebelión abierta contra el Estado y contrario a las Escrituras que nos amonestan a estar sujetos a las ordenanzas de los hombres, por amor a Dios.
El 7 de agosto de 1967 este escritor contestó en parte como sigue:
Usted habla del papel moneda como una forma de impuesto oculto, lo que es verdad. Pero su punto respecto a Romanos 13 yo no lo considero válido.
A usted mismo le he oído criticar ciertas acciones del gobierno civil como moralmente erradas, o erradas de varias maneras. ¿Ponía usted en entredicho, con ello, las Escrituras? Elías tildó de robo y asesinato la incautación de la viña de Nabot; ¿estaba él poniendo en entredicho la ley de Dios? El Estado tiene una autoridad legítima, pero no todo lo que hace es por ello legítimo.
Como Hodge, en otro contexto aparte de Romanos 13, dice de toda autoridad:
«Se extiende sobre todos los departamentos (de su dominio), pero está limitada en todo; primero, por la naturaleza de la relación y segundo, por la autoridad más alta de Dios». La obra del ministerio debe ser profética, o sea, debe hablar por Dios y debe, por consiguiente, negar al Estado lo que le pertenece a Dios. Así, el Estado no tiene derecho, por ejemplo, a usurpar la educación de los hijos. Esta es una responsabilidad del pacto, de los padres, no del Estado.
El Estado no tiene derecho a violar la ley de Dios. «No robarás» y el papel moneda es robo y lo que usted llama un «impuesto oculto» es en realidad robo oculto. No puedo estar de acuerdo con la inmunidad del Estado al juicio moral.
Hay demasiados religiosos que eximen al Estado de la Ley y del juicio según la Ley. Las raíces de esta posición se remontan a la divinización pagana del estado.
Cuando los hombres consideran al estado exento de obedecer la ley de Dios, lo convierten en instrumento de Satanás.
La Ley es para todos. Si el ciudadano no tiene derecho moral a robar, tampoco el estado. Si el ciudadano no puede expropiar la propiedad del prójimo, tampoco el estado. «No robarás» se aplica a las corporaciones, gobiernos y hombres por igual. Prohíbe el socialismo, comunismo, inflación, cheques falsos y toda otra forma de robo. Prohíbe la publicidad falsa y el proceso deshonesto, así como la adulteración de los alimentos. Prohíbe los contratos laborales engañosos de parte de las asociaciones de trabajadores y prohíbe que se engañe a los trabajadores.
Todos los hombres, sus instituciones, corporaciones y formas de gobierno están por igual bajo la Ley de Dios. La reducción de los Diez Mandamientos al status de código moral solo es destrucción de la Ley.
Si la autoridad no está íntegramente sometida a Dios entonces, en lugar de un universo, tenemos un multiverso; en lugar de un Creador y Legislador, tenemos muchos dioses actuando como creadores y legisladores en sus ámbitos. Si toda la autoridad viene de Dios, entonces toda autoridad está claramente bajo la Palabra y Ley de Dios y enteramente sujeta a ella. «No robarás» no se puede restringir al hombre individual, sino que se debe aplicar a todos los aspectos de la vida.
El concepto de un multiverso se ha vuelto prominente en el siglo XX y con ello, las consecuencias del politeísmo. El paganismo precristiano, que era evolucionista, también era politeísta; el mundo ha visto múltiples orígenes y de aquí ha tenido múltiples dioses.
En el siglo XX los educadores han hablado de la universidad a veces como una multiversidad, que tiene espacio para una variedad de ideas y muestras de fe. La enseñanza de la brujería, la astrología y otros conceptos afines por parte de algunas escuelas tiene que ver con este concepto de multiversidad.
Las secundarias en una importante ciudad norteamericana han introducido el yoga y la lectura de la palma de las manos. Si el mundo es un multiverso, entonces todas las cosas son permisibles, excepto un Dios soberano y un orden legal universal.
De aquí que nuestro mundo politeísta tolere casi toda clase de creencias, excepto el cristianismo ortodoxo. Un orden legal universal y un Dios soberano descartan la posibilidad de un multiverso politeísta. Pero, debido a que el Dios Soberano triuno de las Escrituras gobierna, no hay multiverso sino más bien un universo y un orden legal unificado.
La ley «No robarás» se aplica, por consiguiente, no solo al Estado sino también a la iglesia. Si la Iglesia no enseña fielmente todo el consejo de Dios, su Palabra y Ley completa, entonces claramente es culpable de robo. Está robándole a las personas y al orden social su nervio vital; está socavando toda autoridad cuando limita la ley sobre la cual toda autoridad descansa.
Como Nymeyer ha observado: «Lo que el oro es al dinero, la ley de Dios es a la libertad». Sin la Ley de Dios los hombres, sindicatos, corporaciones y Estados se sienten libres para ser ley por sí mismos, de actuar como Dios. Así, no enseñar la Ley de Dios equivale a pavimentar el camino a la tiranía.
James Madison dijo de la ley de Dios:

Hemos depositado todo el futuro de la civilización estadounidense, no sobre el poder del gobierno, sino muy por el contrario. Hemos depositado el futuro de todas nuestras instituciones políticas en la capacidad de la humanidad para gobernarse a sí misma; en la capacidad de cada uno de nosotros de gobernarnos a nosotros mismos, de controlarnos a nosotros mismos, de sostenernos a nosotros mismos, de acuerdo a los Diez Mandamientos de Dios.